Al sur de la provincia de Málaga, abrazada por las aguas del Mediterráneo y el aroma de la Sierra Bermeja, se encuentra Estepona, un lugar donde el encanto de lo tradicional convive con una nueva forma de entender el turismo: más exclusiva, más pausada, más auténtica. Estepona ha sabido mantenerse fiel a su esencia, a sus patios floridos y sus callejuelas blancas, al mismo tiempo que se abre al mundo como destino sofisticado y lleno de vida.
Vestigios de un pasado milenario
La historia de Estepona no se mide en décadas, sino en milenios. Desde tiempos prehistóricos, estas tierras ya estaban habitadas, como lo demuestra el yacimiento de la Necrópolis de Corominas, donde los primeros pobladores dejaron su huella. Durante la época romana, surgieron núcleos como el de Arroyo Vaquero, donde aún se conservan restos de antiguas villas.
Fue en la época andalusí cuando Estepona, entonces conocida como Astabbuna, floreció como enclave estratégico y defensivo, protegido por torres vigías y castillos. Tras la conquista cristiana, los Reyes Católicos reforzaron la seguridad de la villa con la construcción del Castillo de San Luis, que hoy día sigue formando parte del paisaje urbano, recordando al visitante que aquí, cada piedra tiene una historia que contar.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX, la localidad vivió de la tierra y del mar: la caña de azúcar, los cítricos, y la pesca marcaron el ritmo de la economía. Pero sería en el siglo XX cuando Estepona comenzaría a perfilarse como uno de los futuros referentes turísticos del Mediterráneo.
El nuevo lujo de la Costa del Sol
En un entorno donde la belleza natural habla por sí sola, Estepona ha optado por un modelo de desarrollo elegante y sostenible. Mientras otros puntos de la Costa del Sol han apostado por la masificación, Estepona ha preferido crecer con calma, respetando sus raíces y apostando por la calidad.
Hoy en día, el visitante encuentra en Estepona resorts de cinco estrellas, villas de diseño, puertos deportivos de alto nivel y campos de golf rodeados de vegetación autóctona. Nombres como Kempinski Bahía o Ikos Andalusia representan el lado más refinado del turismo, donde cada detalle cuenta.
Y más allá de las playas y el descanso, Estepona ha invertido en cultura y bienestar. El moderno Hospital de Alta Resolución, el Orquidario con su cúpula de cristal y más de 1.300 especies, y el impresionante museo al aire libre que forman sus más de 60 murales urbanos, son solo algunos ejemplos de su apuesta por una experiencia completa.


Tradición que perdura en el día a día
Lo fascinante de Estepona es cómo la modernidad no ha borrado las costumbres de siempre. Aquí, todavía se charla en las puertas al caer la tarde, se comparten tapas con cada bebida en bares donde se conoce al camarero por su nombre, y los veranos se viven en la calle, bajo guirnaldas y farolillos.
En el Puerto Pesquero, cada mañana se celebra la subasta del pescado fresco, una tradición que resiste al paso del tiempo. Y en el campo, los vecinos siguen cultivando frutas tropicales como mangos y aguacates, que han encontrado en este clima subtropical un hábitat perfecto.
Sabores del mar y de la tierra
La gastronomía esteponera es una sinfonía de sabores mediterráneos. El espetón de sardinas, asado a fuego lento en barcas de madera junto al mar, sigue siendo una imagen típica de sus playas. También lo son los platos como el pescaíto frito, el pulpo a la brasa, o la refrescante ensalada malagueña, a base de patata, naranja y bacalao.
Quienes buscan una cocina más elaborada también encuentran su lugar: La Casa del Rey, en el casco antiguo, ofrece tapas creativas en un ambiente acogedor, mientras que el restaurante del Kempinski apuesta por una cocina de autor con producto local.
Para los más golosos, la repostería tradicional sigue presente en cada esquina: borrachuelos, roscos de vino y tortas de aceite, sabores que evocan a las abuelas y las meriendas de infancia.
Fiestas que celebran la identidad
A lo largo del año, Estepona se viste de gala para celebrar sus fiestas, con un calendario que combina fervor religioso, música y alegría popular.
En julio, la Feria y Fiestas Mayores llenan la ciudad de color y flamenco. Las calles se engalanan con farolillos, los trajes de gitana llenan el recinto ferial, y la música resuena hasta la madrugada. En primavera, la Romería de San Isidro Labrador lleva a vecinos y visitantes hacia el paraje de Los Pedregales, en una jornada de hermandad campera.
La Semana Santa, con sus pasos procesionales y cofradías, transforma el casco antiguo en un escenario de recogimiento y emoción. Y cuando llega el solsticio de verano, la Noche de San Juan convierte las playas en un festival de fuego, música y deseos lanzados al mar junto a las tradicionales hogueras.
Un destino que conquista sin prisas
En Estepona no hay que correr. Aquí todo invita a la calma: desde sus paseos marítimos hasta sus rincones ocultos entre geranios y buganvillas. Es un destino para saborear, para contemplar el mar desde una terraza o perderse entre fachadas encaladas.
Con su equilibrio perfecto entre tradición y sofisticación, Estepona se ha convertido en uno de los lugares más atractivos de Andalucía. Un rincón del sur que ha sabido adaptarse al presente sin renunciar a su memoria, y que ofrece al visitante la posibilidad de sentirse, al mismo tiempo, como en casa y en un lugar único.